Hoy me pasé por el supermercado y pude observar la cantidad de productos navideños que ya están expuestos en las estanterías. No sé si con tanto turrón, polvorón, almendra garrapiñada, etc pretenden endulzarnos la vida en estos momentos de crisis mundial o pretenden hacernos creer que la Navidad empieza en Octubre y acaba con la cuesta de Enero. Sea como sea, el hecho es que me acordé de pequeños e inolvidables momentos de mi infancia en casa de mis abuelos.
De las navidades, no recuerdo ningún producto de los que ahora están en los supermercados, sin embargo mi abuela siempre tenía guardada una excepcional caja de galletas surtidas. Cuando bajaba por las escaleras con la caja en la mano y la ponía sobre la mesa, era el momento en el que todos, y cuando digo todos me refiero a todos, nos quédabamos en trance durante décimas de segundo, decidiendo cual sería la primera que nos llevaríamos a la boca y, de repente, nos abalanzábamos sobre aquella caja roja como si nos fuera la vida en ello.Y mi abuela siempre se empeñaba en decir: "comede a feitiño". Era una especie de ritual después de la cena de Nochebuena.
Hoy me pregunto qué querría decir mi abuela con eso de "comede a feitiño" ¿Querría decir que empezaramos a comer las galletas de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, montoncito a montoncito? La verdad es que aunque mi abuela ponía todo el empeño del mundo para que aquellas palabras se cumplieran, a casi todos nos gustaban las mismas galletas, con lo cual siempre quedaban en la caja las mismas, y en tu mente ya empezabas a imaginarte la bandeja que estaba por debajo de aquella. Pero mi abuela, que era muy lista, nunca nos dejó empezar el siguiente piso, sin antes acabar el primero. Así, gracias a esa artimaña, el siguiente piso de galletas llegaba intacto hasta año nuevo. Y otra vez, nos transformabamos en pequeños monstruos de las galletas. Sólo que esta vez, las últimas del paquete siempre las comía mi abuela, que resignada, siempre nos decía que ese año era el último que las traía, pero lo cierto es que nunca nos las dejó de traer.
Creo que este año, pondré una bandejita de galletas surtidas en mi mesa de Navidad, y creo que esta vez seré yo la que me coma las últimas del paquete.
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