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miércoles, 5 de diciembre de 2007

AMIGOS - María

María "la cabrita"

Murujosé, María "la cabrita" o simplemente María. Así es como se llama esta niña que me encontré, un día, por los caminos de la vida. Me la encontré triste y melancólica, fundida en el sofá azulón de su hermana Su, desangelada, diría yo. Si no fuera porque de vez en cuando se le oía quejarse, nadie se hubiese percatado de su presencia. Pero allí estaba, con sus pijamas de franela, en pleno Agosto. Mal de amores, pensé yo. Aquellas mantas de cuadros en las que se envolvía no consiguieron aislar del frío su alma y sobre todo su corazón, pero poco a poco fuimos arropándola con nuestras palabras y nuestros mimos. Poco a poco fue levantándose, cual cabritillo recién nacido. Había nacido María "la cabrita", con ese pelo negro y revuelto, con esos ojos del color de las hojas que caen en otoño, y con esos movimientos nerviosos y desairados. De vez en cuando se sigue quejando de pequeñas cosas, son las heridas del alma que no terminan de cicatrizar y de vez en cuando, cuando el tiempo no acompaña, vuelven a abrirse.

Ha encontrado un trabajo que la mantiene entretenida la mayor parte del día y que roza en cierta forma, lo que más le gusta, la moda, en su estado más puro. Por sus manos pasan todos los días, telas y telas, de infinidad de colores y texturas, que más tarde se convertirán en trajes y vestidos que tan bien sientan a su menudo y perfecto cuerpo. Tiene como compañeras a unas veteranas cabras locas que frenan su ajetreado ir y venir y que de vez en cuando le dan alguna cornada. Le producen heridas superficiales, de esas que te hacen sentir más viva y olvidarte de otras más profundas.

Por las noches se convierte en cabritilla de nuevo, sobre todo cuando come gusanitos a escondidas, debajo de las sábanas. Creo que hace budú con ellos, y con el chasquido que se produce cuando le hinca el diente a cada gusanito, le da una cornada a las viejas cabras.

Pero lo que más le gusta, es ir de compras, su gran pasión. Suda sus ocho horas diarias más dos, de lunes a viernes, como la que más. Llega al sábado extasiada, cansada. Pero pronto busca un hueco, en esa tarde del sábado, para ir de compras contigo. No se cansa de buscar y mirarlo todo bien miradito. No se le escapa ninguna oferta. Todos los amigos que se me han cruzado por el camino me han enseñado algo, pero María me ha enseñado mucho de moda: Dolce&Gabbana, Emilio Tucci, Tous, Armani, y miles de nombres a los que nunca les había prestado atención. Y lo que me queda por aprender...

También he conocido su inocencia. María la lleva en la sangre y para quitársela sólo hay una solución: hacerle una transfusión total, pero entonces dejaría de ser ella misma. Delante de sus ojos hay un tupido velo que le impide ver la maldad del resto de la gente. De vez en cuando, intentamos tirar de él para que se desprenda pero no lo conseguimos... nace en su piel, lo lleva en su sangre.

Así es como veo a María y así es como deben verla, una persona sensible, con heridas del alma, muy inocente, con muy buen gusto y con mucho estilo.

No cambies, María, pero deja que te salgan los cuernos.....

Una amiga de meses, Virtu

Cuentos infantiles - Catalina, Lorenzo y las estrellas

En esta hermosa tarde de primavera, os voy a contar la historia de unos grandes amigos que un buen día decidieron hacer la carrera de su vida, la más grande de todas. Empecemos, pues....

Era cerca de medianoche, y en el cielo sólo brillaba una estrella. Su color entre nácar y plata ofrecía a nuestros amigos la luz necesaria para preparar la gran carrera. Muchas veces, se preguntaban quien era el encargado de apagar todos los días, al amanecer, aquella pequeña antorcha del cielo, pero todavía no habían encontrado la respuesta.

Ya no eran tan útiles como en otros tiempos en los que corrían sobre las cintas transportadoras a un ritmo enloquecido pero sabían que lo más importante era participar y ser uno para todos y todos para uno. Por lo tanto, no les importaba demasiado quien ganara. Todos deberían seguir el mismo ritmo sin perder al resto.

El entrenador les había enseñado que lo más importante era el espíritu de equipo que deberían mantener hasta llegar a la meta. Quizás se tratase ya, de su última carrera. No podían defraudar.

Se dispusieron todos en fila y a la par dieron el primer paso, para luego echarse a correr. Llegaron a la meta cansados pero contentos. Todo había salido según lo planeado. El entrenador rebosaba felicidad, su equipo era de lo mejor.

Llegados a este punto, os estaréis preguntando quienes son estos amigos tan misteriosos. Os lo voy a contar pero por lo bajito, no es conveniente que vuestros papás y mamás lo sepan. Será nuestro gran secreto....

¿Os acordáis de aquella fría mañana de invierno en la que salimos a limpiar nuestra ciudad? ¿Os acordáis de los botes y latas que conseguimos reunir y que echamos cuidadosamente en aquel viejo contenedor al lado del muro de la escuela? Pues ellos son los protagonistas de nuestra historia: los botes de salsa de tomate, de espárragos, las latas de atún, de mejillones en escabeche, de refrescos,... Ahora se han reunido y van a participar en un acontecimiento sin precedentes, una boda "Real", la boda de Doña Catalina-La Luna y Don Lorenzo-El Sol. Por fin se acabará la tristeza de nuestra Luna y se podrá reunir con su amado Sol. Y nuestros amigos serán, testigos de honor de tanta felicidad y darán el toque mágico a esta boda tan especial.

El único que no podrá participar será el entrenador, un viejo bote de piña en almíbar... tantos años a la intemperie casi acaban con él, estaba oxidado y por el camino había perdido parte de su estructura, sin embargo era el de más experiencia y todos le tenían un gran cariño y aprecio.

Y llegó el gran día. Estaban todos brillantes y relucientes como antaño. Se ataron una cinta de color plata a la cintura, para no perderse ni caerse ninguno. Los nervios provocaban risitas entre ellos pero sabían de antemano que no iban a fallar. La hora sería entre el atardecer y el anochecer.

Y llegó el momento..... la Luna brillaba llena de felicidad, de amor, de ternura y su amado Sol, como todo novio, preso de los nervios del último momento, extendía sus rayos hacía más allá del horizonte, lo cual no era normal, teniendo en cuenta la hora del día.

Al cabo de un rato, se produjo lo que todos esperaban, el Sol extendió sus brazos y abrazó la Luna con ternura. De repente, se hizo de noche y el cielo quedó cubierto de una preciosa lluvia de estrellas. Y ¿sabéis quienes eran las estrellas? Nuestros botes y latas que con tanto cariño recogimos aquella mañana..... y allí se quedaron, en el cielo. Y desde allí alumbran todas nuestras noches y acompañan a nuestra Luna cuando el Sol no está. Y cuando el Sol le da el beso de buenas noches a su amada Luna, hay una pequeña pero muy centelleante estrella que siempre está presente, es la Antorcha del cielo que siempre nos recordará este día tan especial, en el que se casaron la Luna y el Sol.