"Charolín y Mediasuela son dos botitas gemelas.Su dueño se llama Tomín. Tomín se pone las botitas todos los días. También los domingos. Con ellas juega y va al colegio. De noche, Tomín las deja en su habitación. Duermen al pie de la cama. El gato Cifú las abriga con su piel".
Así empezaba aquel maravilloso libro con el que me enganché a la lectura. Era el libro de lectura "Mundo Nuevo" de 1º EGB. Mucho ha llovido desde entonces y muchas cosas han cambiado. Y ese buen recuerdo que guardo de ese magnífico libro quedó truncado el día que le compré a Laura unas botitas, también gemelas, que bien podían haber sido Charolín y Mediasuela pero qué va!!, ¡no se merecen ese nombre!. Y es que, como diría mi abuelo, "¡Cómo che cambiou o conto!"...Ahora os cuento la nueva versión ...
Hace unos 6 meses que le compré unos GEOX a Laura, justo cuando empezaba a andar, porque pensé que los preciosos pies de la peque de la casa se merecían lo mejor en su primera caminata. Así que ni corta ni perezosa me gasté unos 50 euros en unas botitas de esta marca tan internacionalmente conocida. No sabía que con ellos me iba a llevar el peor susto de mi vida, gracias a unos "sobretacos" que llevaban pegados a la base. A los 15 días empezaron a desprenderse sin darnos cuenta, pero Laura, amante del peligro, de profesión exploradora se dió cuenta al instante. Y una vez que consiguió que aquella pieza de goma se desprendiera de la suela de su zapato pensó que tenía un aspecto muy apetitoso y se la metió en la boca. Lo que vino después no puedo recordarlo sin que se me pongan los pelos como escarpias, porque Laura se puso morada y los minutos que pasaron hasta que conseguimos que vomitara y soltara la dichosa pieza de goma que estaba atascada en su garganta fueron los peores minutos de mi vida.
Evidentemente después del susto, me puse en contacto con GEOX para denunciar este hecho, con la intención de alertar del peligro que supone la existencia de esos sobretaquitos. Cuando ya había pasado mes y medio de comunicarles este hecho que ya pensé que GEOX era más un mito que una realidad, se dignaron a contestarme y me pidieron que les enviase los zapatitos. Querían hacerles un control de calidad en Italia, ¡toma ya!. Y allá se fueron los zapatitos de Laura, a Italia, como Charolín y Mediasuela fueron en su día a Zapatolandia (creo que se llamaba así, eso no lo recuerdo). Tardaron otro mes y medio en decirme, que efectivamente existía un defecto de fabricación de toda la serie. Resolvieron que no los retirarían del mercado (supongo que considerarían que lo que hizo Laura es un caso aislado y raro) pero que me mandarían un par nuevo, evidentemente de otro modelo.
Lo cierto es que esperé dos meses y medio a que me llegase ese par nuevo, supongo que hacer llegar unos zapatos desde Italia hasta nuestra casa es muy complicado y también supongo que vendrían caminando y ¡claro! son muchos kilómetros.
Ni que decir tiene que me parece inconcebible e indignante que una marca como es GEOX, conocida internacionalmente, no sea capaz de dar una pronta solución a un problema que afecta a la seguridad de los más peques.
Y también resulta sorprendente que a pesar de que se lo haya comunicado a Consumo, no haya recibido respuesta ninguna ni se haya hecho nada al respeto.
Desde aquí, quiero decir, que antes de comprar unos GEOX te lo pienses. Que no te convenzan con publicidades engañosas.
No volveré a confiar en GEOX.
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