
¿Os acordáis de aquellos tocadiscos de maleta que funcionaban con pilas de petaca? Bueno, bueno, que no soy tan vieja eh!! Tenéis mala memoria, no disimuléis, que no cuela,...os dejo una foto y ya vais recordando, atunicias.
Pues cuando mis padres emigraron a Inglaterra, en uno de sus viajes de vuelta tuvieron la brillante de idea de traer uno, junto con un montón de discos de vinilo. Por el tocadiscos no me preguntéis pero por los discos, ya sabéis que conservo “alguno” como oro en paño, para deleite de mis vecinos. Lo suelo poner mientras plancho y otros menesteres que no vienen al caso, ejem ejem. Por si no habéis pillado al artista del que hablo, deciros que es el inigualable Antonio Molina, del cual aunque no me creáis soy fan “number one”.
Y ya por aquel entonces y aprovechando que en casa no quedaba ni el gato, subía al cuarto, sacaba el tocadiscos del armario (que siempre estaba sin pilas) sacaba los discos del cajón y buscaba el “mío”, lo ponía, bajaba la aguja y con mis deditos lo hacía girar len-ta-men-te de forma que la música se escuchaba por toda la casa. Y yo, allí tirada en el suelo de madera acompañando a mi Antoñito con su “Soy minero y templé mi corazón con pico y barrena. Soy minero y con caña, vino y ron me quito las penas....”
Ayyy, qué tiempos!! Tanto ensayo...al final dió sus frutos.