
Quisiera que, de una vez por todas, creyeses que hay un universo entero dentro de ti con una fuerza capaz de mover montañas.
Quisiera que sintieses la luz de mi estrella cuando la tuya se apaga.
Quisiera que supieses que tu alma necesita tanto alimento como tu cuerpo.
Quisiera enseñarte a mirar lo que no pueden ver tus ojos y a escuchar lo que no pueden percibir tus oídos.
Quisiera enseñarte a decorar las paredes de tu casa, no con fotos y cuadros, sino con cada gesto, cada guiño, cada beso, cada abrazo que te haya hecho estremecer de ternura.
Quisiera que creyeses que nada ni nadie desaparece, mientras quede alguien que crea en ello.
Quisiera enseñarte que siempre hay, al menos, una razón por la que levantarte cuando caes.
Y quisiera que, cuando te sientas sola, seas capaz de escuchar mi risa, y sentir que estoy contigo.