No sé donde leí yo el otro día que habían descubierto a unas orangutanas (creo que en Sumatra) que se comían a sus orangutanitos debido al estrés. Y no sé, últimamente, con este sol tan radiante, me veo yo tan mona… Y ya se sabe que del mono al orangután un pasito.
Y este hijo que Dios me dio que cada vez me da más preocupaciones, está aumentando mi nivel de estrés considerablemente. Y quien sabe si llegaré a comérmelo. Quizás no lo haga por las críticas, por aquello del qué dirán. Sobre todo las mamás de la plaza. Esas que todo lo saben y que todo lo entienden: que el niño no come, pues déjalo que ya pedirá, que el niño no estudia, pues no le des importancia que ya estudiará…
En fin, que me ha mandado una notita la profesora diciendo que pasara a hablar con ella. Y esto no podía ser para nada bueno, claro. Y efectivamente así fue. Que el niño se distrae con el vuelo de una mosca (igualito a su padre), que cuando tiene que leer escribe, que cuando tiene que escribir lee, cuando toca sumar, resta y cuando toca gallego, castellano y cuando toca castellano, gallego. En fin, fatal. Y que debo ser yo que lo atosigo con deberes en casa. Que los niños de esta edad sólo deberían dedicarle 20 minutos a sus tareas en casa, etc, etc.
O sea que salí de allí hecha una basilísca pero con sentimientos de orangutana, y llegué a casa con ganas de zampármelo, directamente. Menos mal que me lo he pensado mejor y simplemente le vamos a aumentar 20 minutos a la hora que hasta día de hoy le veníamos dedicando a las tareas del cole en casa.
Cosas de la edad, del estrés, se me olvidan las cosas, no estoy atenta, que se le va hacer…
