Al final la razón pudo al corazón.
Y dolió. Vaya sí dolió!
Sumergida de nuevo, en la máxima oscuridad, apenas me quedan fuerzas para alcanzar un pedazo de tierra firme.
Pero una voz interior me susurra: AVANTI, PIU AVANTI.
Y en eso estamos, en avanzar, en evolucionar, en superar.
Tras el mejor verano llega el peor invierno, pero todo es cíclico, no hay de qué preocuparse.
Y de repente emergí. Las corrientes marinas me han traído
hasta un precioso archipiélago. El agua
está en calma y el calor del verano hace el resto. Se está a gusto aquí, muy
muy a gusto. Me quedaré un rato en el agua pensando en cuál de las islas me
gustaría descansar de este largo y duro viaje.
Os diré que entre todas ellas hay una isla que me atrae
especialmente. Será su luz, será su arena, será su vegetación… Sería una isla
perfecta para descansar de mis mil noches sin dormir, de dejar mis huellas en la
arena, de pasearme al atardecer por la orilla, tumbarme bajo la sombra de sus
palmeras y contemplar el cielo siempre azul…Una isla para estar en paz, la isla
de mis sueños… Si no fuera porque ya está habitada, todos los rincones de la
isla ya tienen dueño y sinceramente, no me gusta adueñarme de nada que no me
pertenece.
Me quedaré en el agua un rato más, con la arena fina del fondo
rozando mis pies, contemplando la belleza de esta isla, la calma que me
proporciona. ¿Me lanzaré a su conquista o proseguiré mi camino? Como siempre la
razón y el corazón no se ponen de acuerdo. ¿Por qué todo tiene que ser tan
complicado? ¿Por qué?
Una vez más, lágrimas de sal que se funden con el mar…