Finales del mes de junio del 1976. Primera hora de la mañana. Oigo voces.
“Mariña, Mariña, desperta, hoxe veñen teus pais por ti, vas ir para Coruña”
Estas fueron las palabras de mi abuela aquella mañana de junio. Luego vino el llanto. ¿Para qué irme si allí estaba tan a gusto? En aquella casita vieja, en libertad, donde el viento se colaba por entre las rendijas del techo.
Mis padres regresaban de Inglaterra y yo tendría que venirme a vivir con ellos. Porque eran mis padres, claro. Aunque para mi, mis padres, en aquel momento, eran mis abuelos, a los que nunca dejé de llamar “papaiño" y “mamaiña”.
Supongo que hay días de tu vida que jamás se olvidan y éste, para mí, fue uno de ellos.
Aquel era mi último día de clase, mi último día en la aldea, a la que sólo volvería de vez en cuando a pasar fines de semana y vacaciones.
El camino hacia la escuela era el mismo que recorría “Fendetestas” en la famosa película “El Bosque Animado”. A través de aquellas “corredoiras” iba y venía todos los días de mi primer año de colegio. En los pies, aquellos zuecos que me había hecho mi abuelo (zuecos que vinieron conmigo para Coruña y que usé para gracia de mis nuevos compañeros, de mi nuevo colegio). Eramos tres niños en la aldea, ibamos y veníamos juntos, salvo en contadas ocasiones, que gracias a mi cabezonería, recorría yo sola.
La maestra ya estaba avisada. Aquel sería mi último día y me prometió que al finalizar la clase me entregaría un regalito, como recuerdo.
Me acuerdo que me pasé toda la mañana pensando cual sería aquella sorpresa. Pensando en que el regalo perfecto sería aquel juego de Matrioskas que adornaba una de las estanterías. Y así, con la ilusión de una niña, fue pasando la mañana, hasta que llegó el momento. Y de un cajón salió mi regalo: una revista turística de las Rías Bajas, en francés. No sé lo que hubiera dado por verme la cara, pero tengo que decir que me llevé un buen chasco, una enorme decepción. A pesar de todo, es curioso, pero aún conservo esa revista, con muchas fotografías de playas con arenas muy finas. La revista con el autógrafo de la maestra: “Para Mª Virtudes, con mucho cariño de su profesora”. El francés todavía sigo sin entenderlo.
Y hoy ha llegado a mi casa una de mis mejores amigas, Delia, con un juego de matrioskas y claro, no he podido impedir emocionarme. Éstas no son como aquellas. No son rojas, son verdes. Porque el verde es mi color favorito. Y no tienen la forma de las clásicas matrioskas, pero son muy originales. Y me han hecho mucha más ilusión que aquellas, sobre todo porque ha sido ella quien me las ha regalado, una buena amiga.
“Mariña, Mariña, desperta, hoxe veñen teus pais por ti, vas ir para Coruña”
Estas fueron las palabras de mi abuela aquella mañana de junio. Luego vino el llanto. ¿Para qué irme si allí estaba tan a gusto? En aquella casita vieja, en libertad, donde el viento se colaba por entre las rendijas del techo.
Mis padres regresaban de Inglaterra y yo tendría que venirme a vivir con ellos. Porque eran mis padres, claro. Aunque para mi, mis padres, en aquel momento, eran mis abuelos, a los que nunca dejé de llamar “papaiño" y “mamaiña”.
Supongo que hay días de tu vida que jamás se olvidan y éste, para mí, fue uno de ellos.
Aquel era mi último día de clase, mi último día en la aldea, a la que sólo volvería de vez en cuando a pasar fines de semana y vacaciones.
El camino hacia la escuela era el mismo que recorría “Fendetestas” en la famosa película “El Bosque Animado”. A través de aquellas “corredoiras” iba y venía todos los días de mi primer año de colegio. En los pies, aquellos zuecos que me había hecho mi abuelo (zuecos que vinieron conmigo para Coruña y que usé para gracia de mis nuevos compañeros, de mi nuevo colegio). Eramos tres niños en la aldea, ibamos y veníamos juntos, salvo en contadas ocasiones, que gracias a mi cabezonería, recorría yo sola.
La maestra ya estaba avisada. Aquel sería mi último día y me prometió que al finalizar la clase me entregaría un regalito, como recuerdo.
Me acuerdo que me pasé toda la mañana pensando cual sería aquella sorpresa. Pensando en que el regalo perfecto sería aquel juego de Matrioskas que adornaba una de las estanterías. Y así, con la ilusión de una niña, fue pasando la mañana, hasta que llegó el momento. Y de un cajón salió mi regalo: una revista turística de las Rías Bajas, en francés. No sé lo que hubiera dado por verme la cara, pero tengo que decir que me llevé un buen chasco, una enorme decepción. A pesar de todo, es curioso, pero aún conservo esa revista, con muchas fotografías de playas con arenas muy finas. La revista con el autógrafo de la maestra: “Para Mª Virtudes, con mucho cariño de su profesora”. El francés todavía sigo sin entenderlo.
Y hoy ha llegado a mi casa una de mis mejores amigas, Delia, con un juego de matrioskas y claro, no he podido impedir emocionarme. Éstas no son como aquellas. No son rojas, son verdes. Porque el verde es mi color favorito. Y no tienen la forma de las clásicas matrioskas, pero son muy originales. Y me han hecho mucha más ilusión que aquellas, sobre todo porque ha sido ella quien me las ha regalado, una buena amiga.
¡Qué bonitas son! ¿A que sí?
8 comentarios:
Pues si que son bien bonitas... como tu!!! jejej ;-)
Felicidades por tener tantos recuerdos recuerdos tan bonitos y hacernos participes de ellos...
Es una bonita historia, pero la verdad es que a mi no me gustan nada.
Mis hijas tienen un juego cada una: verde Raquel, y rojo Claudia, compradas por ellas mismas en Dubrovnik hace un añito.
Mi hermana también es fanática de ellas. Las suyas son azules.
Que historia más bonita...Deberías dedicarte a escribir,pues se te dá de maravilla(Claro que deberías tener en cuenta que soy una profana en la materia,con lo cúal,mi opinión será subjetiva).Preciosas tus matrioskas...
Muy bonitas, claro que sí, y tu historia, más todavía.
Precioso post, Virtu. Tu amiga puede sentirse orgullosa contigo. Ha sido una forma muy bonita de agradecerle el regalo.
¿que te has emocionado? coño y yo!!!! que me has puesto los pelicos de puntaaaaa.... ayyy... pero qué sentimentales somos leñe!!!
Me encantan esas muñecas, una a miga se las trajo de Rusia y esas si son rojas, pero lucen en su salón, no en el mío.
MUAAAAKKK!!!
Hala! Hala! Ahora sois vosotras las que me habéis emocionado...
Ju, me tendrás que mandar una foto de las de tus hijas. Tengo que reconocer que son engorrosas para limpiar y no perder ninguna, pero son tan preciosas...que merecen la pena.
¿Dedicarme a escribir? Profesionalmente no, aquí en la barra derecha, en mis enlaces, encontrarás algunos que sí podrían hacerlo. Yo sólo lo hago por hobby. Si no existieran los blogs ni lo hubiera intentado.
¿Qué tal Bruni? Menos mal que apareciste...te daba por pérdida. ;-)
Un besote a todas.
Ese día fora especial para todos, non só polo feito de que alí te estaban agardando todas esas bonequiñas... lembrarás tamén ese pedaciño do noso tempo que compartimos con outros amigos que había anos que non vías. Foi unha tarde chea de emocións.
Pasaches diante delas e quedaches hipnotizada... non sabías cales serían as máis fermosas, porque de certo que eu non sabería cal elixir. E o vendedor mirou as nosas cariñas de indecisión e con moita delicadeza sacou do caixón aquelas que tiña agochadas para unha situación realmente especial. A máis diminuta de todas, co seu vestido verde, e longas pestanas quedou abraida cos teus grandes ollos da cor da esperanza. Neses ollos viu a unha nena pequena que agardaba con impaciencia o seu agasallo do último día na escola e, desta vez, esa impaciencia tornouse nunha gran felicidade ao descubrir, que nesta ocasión, todas esas matriuskas ían ser para ela.
Nelas tes un pedaciño desa tarde de verán, e un pedaciño tamén dos que te queremos. Bicos.
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